Por qué no uso tefilín
Por Ahuva Gamliel
El hombre “sale” a buscar la Divinidad; la mujer cultiva la Divinidad.
El hombre provee la simiente para crear vida; la mujer da vida.
El hombre les enseña a sus hijos cómo vivir; la mujer es la vida misma.
Los Maestros Jasídicos
A mí, siempre me habían fascinado los tefilín (filacterias), las dos cajitas de cuero negro que contienen pergaminos en los que están inscriptos versículos de la Torá y que se usan en la cabeza y alrededor del hombro. La explicación básica de su uso es que esta es una forma de conectarnos con el Creador y de unir la cabeza con el corazón y con el acto. Pero recién cuando empecé a estudiar todos los maravillosos beneficios para la salud física, mental y emocional que uno obtiene al ponerse los tefilín, fue que sentí un poderosísimo deseo de participar de este precepto. Investigué dentro de la Biblia y no encontré ninguna prohibición específica que estableciera que está prohibido que la mujer los use. Los rabinos a los que consulté, obviamente, me dijeron que no era correcto que yo me pusiera los tefilín, pero no me dieron una respuesta satisfactoria respecto al motivo de tal prohibición.
Yo pensé que esta era una clara señal
Uno de los rabinos a quien pregunté me dijo que las hijas del gran comentarista de la Torá, Rashi, sí usaban tefilín. Yo pensé que esta era una clara señal de que sí está permitido, ya que sí las hijas de un sabio tan famoso, se ponían tefilín, entonces, obviamente tiene que estar permitido.
Pero para estar más segura, consulté con otro rabino sobre la conclusión a la que yo había llegado, y él me dijo que las hijas de Rashi se encontraban a un nivel espiritual muchísimo más elevado que probablemente cualquier rabino de su generación. En una palabra, lo que este rabino me estaba diciendo era lo siguiente: “Tú no eres la hija de Rashi. No eres lo suficientemente santa como para ponértelos”. Esta respuesta no me cayó nada bien. Pensé: “¿Y quién es élpara juzgarme?”.
Entonces, leí acerca de los hijos de Aarón, el Sumo Sacerdote: Nadav y Avihu. Ellos fueron grandes hombres que se vieron impulsados por un profundo deseo de acercarse a Di-s y que se sintieron inspirados para servir a Di-s haciendo una ofrenda que no se les había pedido. Pero los dos murieron consumidos por el fuego de su pasión, ya que hicieron lo que querían en vez de hacer lo que Di-s les había pedido. Ahora, la imagen iba tomando forma. Era algo que yo sí podía entender.
Me di cuenta de que mi gran deseo espiritual de conectarme con Di-s era en realidad un deseo egoísta. Era únicamente acerca de mí y de mi yo. Yo quería ponerme tefilín como una forma de alcanzar mi potencial. Quería estar más cerca de Di-s y, a través de los tefilín, yo creía que iba a poder alcanzar ese nivel. Pero no es eso lo que Di-s quiere de mí. Mi deseo espiritual era en realidad un deseo egoísta, en el que yo era el centro, y no Di-s. No me detuve a pensar qué era lo que le causaría felicidad a Di-s.
Cuando estudié acerca del poder de la mujer judía y de lo que únicamente ella es capaz de lograr, entonces, me quedó en claro que yo no tenía ninguna necesidad de ponerme tefilín. La filosofía judía enseña que las mujeres tienen una relación muchísimo más directa con Di-s que los hombres, y que es una conexión eterna. Es como si yo ya hubiera establecido una conexión satelital instantánea con la mejor recepción posible y luego pensara que si me pongo una antena encima de la cabeza, voy a poder transmitir mejor. Pero esta forma de pensar es obviamente incorrecta. En este caso, la antena es completamente redundante y, de hecho, hasta puede ser perjudicial. Porque esta redundancia a Di-s le resulta desagradable, ya que es un acto vano, aunque las intenciones sean muy nobles, tal como ocurrió con Nadav y Avihu.
En los rezos matutinos, los hombres le dan las gracias a Di-s por haberles dado la oportunidad de ganarse su conexión a través de los preceptos que la mujer no tiene la obligación de cumplir. Si bien debe producir mucha satisfacción alcanzar una relación cercana y un lazo estrecho a través del cumplimiento de una serie de acciones, yo puedo decir que tengo la capacidad de festejar y celebrar el hecho de que yo nací con una conexión mucho más directa con mi Creador (la cual puedo fortalecer a través de mis plegarias y de los preceptos que realizo) y, además, con la capacidad de actuar como Di-s a través de la procreación. Y así como Di-s creó un espacio para que allí existiera la humanidad y Él les confiriera Su amor, yo también tengo la capacidad de hacer lo mismo a través de la procreación. Yo tengo el don de co-crear junto con Di-s de una manera que el hombre no puede: mi micro-cosmos refleja Su macro-cosmos. Y eso es algo invalorable.
Yo le había pedido a mi tío que me enviara desde Israel por correo el talit y los tefilín de mi abuelo para usarlos, pero de acuerdo con mi humilde forma de entender y la investigación que llevé a cabo, entiendo que es preferible que no los use. Por eso, hasta que no me case y mi marido pueda usarlos, el talit y los tefilín de mi abuelo están aquí guardados en mi casa, sin usar. Y yo, yo soy una mujer. Y me siento plena de serlo.
Fuente Chabad.org
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